29 septiembre 2009

La novela como género racional moderno (4)

Una teoría de la realidad


La base que da sustento a toda la estructura de este curso es la correcta comprensión del universo de la Modernidad; por lo cual hay que volver y repasar cuanto sea necesario sobre los temas ya tratados, como son totalidad, realidad, racionalismo, etc. Sólo así nos será posible entrar a la siguiente fase del curso, la cual será ocupada por lo que entendemos como primera estación crítica de la modernidad, es decir, el movimiento filosófico y estético conocido con el nombre de "romanticismo". Dicho esto, aclaremos ciertos puntos en torno a modernidad.

La totalidad concreta es una cierta manera de ver el mundo, es una determinada manera de concerbirlo, es una teoría sobre la realidad. Esta manera de ver las cosas será la dominante folosófica, intelectual y estéticamente, durante todo el periodo humano que comprende la Modernidad. Es una cultura basada en las escuelas del racionalismo. Un racionalismo filosófico que se verá depositado también en las formas artísticas.

Una vez aceptado el postulado que afirma que la realidad está estruturada como una totalidad, es necesario entonces un método que nos ayude a analizar ese tipo de realidad. Y es en este orden como vienen ambos elementos, primero la concepción y luego el método. No al revés, pues, de esta manera, la realidad estaría constreñida al método, reducida por el modo de análisis, tergiversada por el ojo crítico. Si algo es una totalidad, entonces es prudente analizar ese algo mediante la elaboración de una totalidad concreta, abstracta, intelectual. O sea, partiendo de la base de que existe totalidad, el trabajo del teórico será "revelar" esa totalidad.

El sentido de totalidad, y, además, el anhelo de totalidad, se ve intensamente en el pensamiento ilustrado, que buscaba la formación de el hombre completo, integral. Vemos, por ejemplo, la contrucción de La Enciclopedia, la cual buscaba abarcar todos los temas de todas las áreas de conocimiento. Era un intento por alumbrar (ilustrar, dar luz) a la totalidad extensiva con el motivo de, ulteriormente, alumbrar la totalidad intensiva, la interioridad del hombre. Esto contrasta plenamente con el hombre contemporáneo, cuya formación plantea en función de la especialización y la fragmentación.
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Es posible observar nuestra cultura basada en la totalidad en diferentes ejemplos. Uno de ellos es la elaboración de conceptos; tenemos que comprender el todo para que bajo una abstracción puedan exponerse múltiples particularidades. Otro ejemplo sería la construcción de una tesis académica, la cual consiste en la exposición de un todo bien cohesionado que formule una verdad; pues, si no es así, ésta podría ser superficialmente descriptiva y nula en profundidad conceptual.


Y, no obstante todo el aparato con que la modernidad cuenta para sustentar su modelo de visión de la realidad, tiene un lado flaco, débil, criticable: hay una atribución de sentido al fenómeno por parte del investigador. ¿Quién dice que lo real, las cosas, los objetos, los acontecimientos, los hombres, etc., son construcción, relación de factores, jerarquización interna de una estructura, etc.? ¿No es esto simplemente una atribución arbitraria de sentido? Los detractores de este modelo de realidad dirán que sus investigadores elaboran la realidad, mas no la exponen.
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El racionalismo es entonces sólo una escuela (aunque dominante) entre otras que tendrá una debilidad que explotarán otras escuelas. El romanticismo, las vanguadias y las posvanguardias, lucharán por la exposición de una realidad empírica y la eliminación de una realidad crítica elaborada.
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22 septiembre 2009

La novela como género racional moderno (3)

Lukács y Kosik en diálogo

Un concepto en el que hemos centrado nuestra atención las últimas clases ha sido el de totalidad. Georg Lukács basa gran parte de su teoría en esta categoría; sin embargo, el proceso para entenderla es muy complicado, por lo que hemos apoyado nuestra lectura en otros pensadores, como Roy Pascal y Karel Kosik.
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La totalidad para Lukács va más allá de un mero método para entender al arte: implica un proceso epistemológico; en una sociedad cerrada todas las repuestas están dadas de antemano, por lo que su totalidad está constituida por sí misma (lo que Kosik llamaría la "cosa misma", el "fenómeno"). En esta "cosa misma" hay una esencia que puede ser aprendida mediante el "concepto", formulado por un trabajo racional, pues no está dado, sino que debe encontrarse en el "fenómeno".

La totalidad que se crea entre fenómenos y la totalidad que se crea con conceptos es distinta; es la diferencia que Kosik haría entre pseudoconcreción y concreción, respectivamente. Son dos distintos tipos de totalidades que responden a dos distintos tipos de visión del mundo: la civilización cerrada y la civilización abierta.

Por eso para Lukács la civilización cerrada era un tiempo feliz en el que el mundo no tenía problemas con la realidad, porque los fenómenos se explicaban por sí mismos. Luego, en la civilización abierta, la realidad se vuelve un problema, se vuelve materia de interpretación. En ese sentido, tanto Kosik como Lukács están planteando una teoría de la realidad más que un simple método teórico de investigación.
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En esta teoría de la realidad de Lukács o de Kosik, la que rescata la esencia del fenómeno en forma de concepto, es en la que se basa el realismo literario para manifestar su propuesta estética. En realidad, todos los -ismos tienen este carácter de representación de una realidad, todos sostienen un vínculo específico con determinada teoría de la realidad. El romanticismo y las vanguardias, por ejemplo, se enfrentarán a la teoría de la realidad en la que se sustenta el realismo.

Así, la categoría que Lukács le da a la novela es la de instrumento, medio y forma de conocimiento de la realidad. Todo escritor en su hacer artístico se inscribe, ya sea de manera consciente, ya sea en forma inconsciente, en un punto de vista filosófico específico. En el curso de nuestra reflexiones, nos adentraremos en lo que se refiere a la lucha entre los postulados que ponderan, o una realidad fenoménica, o una realidad crítica.

15 septiembre 2009

La novela como género racional moderno (2)

La épica de nuestro tiempo


Para entrar a este tema, "la épica de nuestro tiempo", es importante traer de nuevo a nuestra reflexión lo ya visto con respecto de "civilizaciones cerradas" de Georg Lukács. El esquema de trabajo del teórico en ese artículo es el siguiente (los términos vas de lo particular a lo general): Epopeya-Novela, Mito-Filosofía, Dios-Hombre, Civilización cerrada-Civilización abierta. El modo de trabajo es un comparación, una contraposición, un contraste, entre ambos términos con el fin de caracterizar dos tipos de visiones del mundo distintas.

Ahora bien; ¿Qué es lo que nos quiere decir Lukács con esta comparación? ¿Cuál es el fin de su exposición? ¿Qué podemos concluir sus lectores respecto de su ensayo? Lo que postula Lukács en los términos más generales es que la diferencia entre ambos géneros , epopeya y novela, no radica solamente en sus variaciones formales, en la distinción entre verso y prosa, en lo superficial de la anécdota, sino más bien radica en las distintas cosmovisiones de las civilizaciones que los producen. Por este motivo es posible distinguir entre dos tipos de hombre, dos distintas relaciones con la naturaleza, dos diferentes relaciones entre los hombres, etc., y no por simples características formales entre epopeya y novela. Es decir, existe una relación esencial entre literatura y sociedad, dependiendo del tipo de sociedad, se generará un tipo u otro de producto cultural.

Lukács ha dicho: "La epopeya y la novela son las dos objetivaciones de la gran literatura épica". ¿En qué sentido, nos preguntamos nosotros, es posible que ambos géneros particulares puedan pertenecer al género más general de la épica? Se incluyen en este género en el sentido de que ambas formas desarrollan la lucha de un héroe que viaja en busca del sentido de su vida. El tipo específico del héroe, de la lucha y del sentido de la vida, son los que van a hacer la diferencia entre ambos géneros. Es así que epopeya y novela son las épicas de distintos tiempos.

En el caso del héroe epopéyico, es una entidad colectiva que representa y sustenta el destino de toda una comunidad, las acciones de este héroe repercuten en la dicha o en la tristeza de todo un mundo; el espíritu de la época se objetiva en la epopeya como determinismo del héroe. El triunfo de la lucha que emprende está garantizado por la organicidad del mundo cerrado, del círculo de perfección al cual pertenece el héroe. El sentido de la vida en la epopeya es inmanente, está ahí en las cosas, sólo hace falta encontrarlo; el sentido de la vida constituye una totalidad extensiva, es decir, un sentido que se extiende por sobre todo el mundo y que no constituye un problema porque está ahí, al alcance de la mano.
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En cuanto al héroe novelesco, es una mónada, es un punto de vista particular, es una subjetividad, y lo único que representa es a sí mismo; el espíritu de la época se objetiva como psicología versátil en el héroe. La lucha de este héroe está destinada al fracaso, pues nunca habrá una equivalencia entre el ser real (el individuo que interactua con el mundo) y el deber-ser ideal (la forma de vida idealizada, utópica, que el individuo añora), siempre se estarán aproximando en el viaje del héroe pero nunca llegarán a juntarse, lo cual tiene como consecuencia la frustración. Y, no obstante la calidad asintótica de esta aproximación, el héroe problemático se lanzará a la aventura, para obtener, aunque degradado, un sentido parcial de la vida. Este sentido, a diferencia del epopéyico, es trascendente, está más allá de la vida, está en el ideal abstracto del individuo, por lo cual es una totalidad intensiva, es decir, de una sola entidad y no de muchas; así, alcanzar el sentido de la vida es un problema para el héroe novelesco.


Ambos géneros constituyen totalidad, una orgánica espontánea, (con partes homogéneas naturalmente conectadas), y la otra abstracta construida (con partes heterogéneas más independientes a las que se les impone un vínculo). La primera se sustenta en un héroe comunitario (que no constiuye un punto de vista lírico); la segunta la sustenta el viaje del héroe, el equilibrio que logra entre ser y deber-ser.

08 septiembre 2009

La novela como género racional moderno (1)

Civilizaciones cerradas y abiertas

La novela es el género racional moderno por excelencia. Es por eso que los conceptos de modernidad y razón deben quedar perfectamente matizados, pues hemos de encontrarlos a la hora de analizar la literatura. Hemos establecido ya que el gran cambio en la humanidad generado por la modernidad consiste en que el hombre ahora se fundamenta en el hombre mismo, en sus potencialidades. La razón, que será su herramienta principal, implica las nociones teóricas de orden, control, sistema, método y organización, principalmente. Las cuales se manifestarán de manera práctica en un objetivo perfectamente delimitado: el dominio y la transformación conscientes de la naturaleza; o, en palabras de Adorno: “pensamiento en continuo progreso”. Tal es el mundo moderno.

Ahora bien, como este curso está dedicado a la literatura y particularmente a la novela, es momento de dar un gigantesco salto en el tiempo y remontarnos, de la mano de Georg Lukács, a la Grecia arcaica, la de Homero. Este salto es necesario porque, así como la novela es traducción del papel del hombre moderno en el mundo, también se gestó un género literario que fue expresión de la visión del mundo de los antiguos griegos. Se trata de la epopeya. Más allá de diferencias meramente formales entre epopeya y novela, éstas son de contenido, pues se trata de expresiones de dos distintas visiones del mundo, de dos distintos tipos de hombre, de dos distintas relaciones con la naturaleza. En función de esto Lukács acuña un concepto fundamental para nuestros intereses: el de civilización cerrada. Y al mismo tiempo que este concepto se forma surge también su contraparte: la civilización abierta.
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El sentido del breve ensayo titulado precisamente “Civilizaciones cerradas” es el de contrastar éstas con las abiertas. Para entender tal oposición, no se puede perder de vista el común denominador entre estos dos tipos de civilización: la relación entre el hombre y la naturaleza. La variación estará en función del elemento que domina. Por un lado, en la civilización cerrada, el hombre se subordina a la naturaleza; a diferencia del individuo de la sociedad abierta que se vuelve sujeto, se distingue claramente del objeto y además se cuestiona sobre éste último. La relación aquí ya no es de subordinación, sino de emancipación, en la medida en que el hombre se ubica por encima de la naturaleza.

En la sociedad cerrada hay una unidad hombre-naturaleza inquebrantable, no hay sujeto ni objeto, sólo hay plenitud, armonía, y, por lo tanto, no hay quien se plantee preguntas, pues sólo existen respuestas: es el mundo del mito. Vale la pena reflexionar sobre el hecho de que el filósofo húngaro use el adjetivo “cerradas”, porque ¿en qué sentido son cerradas estas civilizaciones? Pues bien, en el sentido de la perfección de esa unidad naturaleza-hombre, en tanto entidad equilibrada y homogénea que no genera rupturas entre el yo y el otro; tampoco preguntas, sólo respuestas. Dice el mismo Lukács que ante tal unidad “el espíritu se limita a acoger pasivamente en su visión un sentido ya acabado”. Este es también el mundo de la epopeya y del héroe épico, el cual es un héroe que representa a la colectividad.

En la sociedad abierta se se rompe el círculo de la perfección que opera en la sociedades sagradas, ahora se considera que el yo y el otro con entidades separadas, cuya unión se logra sólo en la medida en que el hombre otorga sentido a las cosas: es el mundo de la filosofía. Este es también el mundo de la novela y del héroe problemático, el cual es un héroe individual que busca el sentido de su propia vida.

Esta es la radical transformación que ha sufrido la humanidad en los últimos dos milenios, el paso del mito a la filosofía, de la epopeya a la novela, de lo colectivo a lo individual, del héroe épico al héroe problemático.

02 septiembre 2009

El imperio de la Razón (3)

La orgía perpetua

En esta ocasión hemos bajado de la abstracción teórica al fenómeno literario, y hemos tratado de encontrar algunos aspectos vistos respecto de la Modernidad en la novela de Gustave Flaubert, Madame Bovary. Escogimos esta obra debido a que figuras como Gustave Flaubert, Balzac o Stendhal, son consideradas por los estudiosos como sumos representantes del realismo burgués del siglo XIX; lo cual es algo que nos atañe completamente en este curso, pues la sociedad burguesa es la sociedad moderna por exelencia debido a la manera racional como construye su estado y su mercado.
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En el momento en que se publica Madame Bovary (1857), la sociedad moderna ya lleva un considerable tiempo de vida (si tomamos como referencia a 1789, año de la Revolución francesa) como para haber enraizado fuertemente en la cultura y haber evolucionado y permeado en todos los ámbitos.
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Es indudable que en esta novela encontramos temas tales como el control, la ciencia, la búsqueda, la insatisfacción permanente, el paso del campo a la ciudad, el progreso social y material, ambición, el individuo calculador, la libertad, etc., todas ellas inquietudes sucitadas por el pensamiento racional de la sociedad moderna.
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La libertad ligada al mercado, la diversidad en la opción de compra que posee el consumidor es un rasgo fundamental en la sociedad racional. Madame Bovary es un personaje que ejerce su libertad por medio del poder práctico del dinero; su satisfacción radica en su poder de compra y en verse rodeada de objetos que le pertenecen. Sin embargo, estos objetos caducan a una velocidad increible, y es necesario obtener más productos para seguir consiguiendo placer: es un cuento de nunca acabar. El consumidor nunca estará satisfecho, pues el placer que le otorgan los objetos es efímero; se encuentra atrapado en un trágico cículo vicioso que lo lleva a la insatisfacción (y al mismo tiempo a la búsqueda) permanente.



Ese comportamiento particular, de cuyo comienzo a mediados del siglo XIX es Emma digna representante, es una conducta tan absolutamente generalizada hoy en día, que incluso se le ha puesto el nombre en el ámbito científico de bovarismo. Este comportamiento consiste en un afán de realización con y en las cosas. Se olvida el poder de realización espiritual que el individuo es capaz de lograr por sí mismo y se le otorga este poder a las cosas. Esto se convierte en una de las grandes fantasías del hombre moderno: la realización de interno mediante lo externo; la cosificación del sujeto.


Ya desde el ámbito de la teoría de la literatura, podemos retomar a Georg Lukács y concentrar lo anteriormente dicho en la siguente frase: El héroe problemático es aquel que realiza una búsqueda de valores auténticos en un mundo degradado; con la particularidad de que esa búsqueda es, a su vez, algo también degradado. El individuo problemático de la sociedad moderna (calculador, investigador, crítico, insatisfecho, etc.) se refleja como héroe problemático en la sociedad moderna.
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Sólo resta decir que la novela tiene en sí misma un acento crítico que le viene del pensamiento romántico. Esto no es una contradicción, pues el romanticismo es un movimiento moderno que critica a la modernidad, por más contradictorio que esto parezca. Al interior de la novela conviven ambas posturas, la romántica y la racional. Lo real es que esta producción de Flaubert es un entramado muy complejo que alberga bastantes contradicciones al interior de su estructura.

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