18 octubre 2008

Baudelaire

Selección de poemas Las flores del mal

Al lector
Bendición
El enemigo
El hombre y el mar
La máscara
Himno a la belleza
(Con su vestimenta)
Una carroña
Remordimiento póstumo
LXXVI Spleen
LXXVIII Spleen
El reloj
Paisaje
El cisne
A una transeúnte
Crepúsculo vespertino
El juego
(Yo no he olvidado…)
Sueño parisiense
En reniego de San Pedro
El viaje

13 octubre 2008

Madame Bovary, la orgía perpetua

El espíritu moderno equivale al deseo de emancipación del Hombre sobre la Naturaleza, a la que siempre consideró como inagotable.
Hoy día uno de los grandes temas es lo equivocada de esa visión. Por eso hoy hablamos de "recursos no renovables".
Resulta que, por ejemplo, uno de los recursos centrales para producir sociedad, el petróleo, se agota y eso ha determinado todas las batallas políticas y económicas de nuestro tiempo.

Cuando nos dimos cuenta de que la Naturaleza no era infinita se produjo un viraje al interior de la cosmovisión moderna.

Otro elemento es el afán de progreso: Más, Mucho, Mejor. Esto podría formar parte de lo que hoy llamamos bovarismo.

El cambio es otro elemento que se relaciona de forma íntima con el progreso. La idea es «no quedarse donde se está». Es un espíritu de cambio permanente y también de ruptura permanente, como diría Paz. Al ser cambio y ruptura también es culto por lo nuevo. Paz lo decía con dos palabras: pasión crítica.

Y precisamente el espíritu crítico lo entendemos como investigación, conocimiento, análisis y sobre todo, denuncia.

Secularización, por su parte, sería un cambio de ética cuya visión proclama que «Dios ha muerto», «Todo está permitido». Es una ética porque si Dios ha muerto, todo está permitido. Yo mando, yo delibero, yo le doy sentido a las acciones y valor a las cosas, yo las nombro.

El orden sería otro elemento del espíritu moderno que tiene que ver con organización, estructura, método, sistema.

Lo anterior nos remite a una categoría fundamental, la Totalidad.

Lo cual quiere decir que el espíritu moderno busca construir siempre una visión integrada, no una visión fragmentaria y caótica, sino interrelacionada y jerarquizada.

Este espíritu de orden es el espíritu racional que tiene un sentido de eficacia, sobre todo en la actualidad cuando la lógica de nuestra cultura es el pensamiento eficaz en términos de rendimientos y resultados, a lo cual podemos acceder teniendo una mente y una acción organizada, por eso hay que cultivar la mente, ya que esta tiende a ser dispersa.

Una de las características del espíritu moderno es esta especie de permanente frustración del hombre moderno cuando entra en la espiral del progreso y del consumo, porque tiene una trampa: nunca estás satisfecho. Alcanzas una meta y vas por otra. Nosotros necesitamos tener metas en la vida, y esto es algo que se fomenta en la escuela, en la familia, en todas partes. Curiosamente la meta que alcanzaste, en el mejor de los casos, se convierte en una frustración porque quieres más. Eso se convierte en una enfermedad, ya que también hay consumo de prestigio, no sólo de cosas. Y el mercado es tan perverso que te alimenta el deseo de prestigio.

Hasta hace unas décadas se veía mal que mostraras la etiqueta del sweter por ejemplo, pero hoy día nos lo ponemos al revés para exhibir la marca, ya que esta contiene el estatus. Así la marca te sirve para decir de ti lo que tú no puede decir de ti mismo. Y entre que te vas conformando con eso también lo vas deseando.

Esto forma parte del argumento básico que caracteriza al hombre moderno como el hombre neurótico de nuestro tiempo.

Por ejemplo en la escena final de El Abogado del diablo, Satanás dice al protagonista: «soy un humanista». El diablo, que es el humanista por excelencia, le dice al abogado «yo sólo te puse las cosas, tú decidiste». «Tú querías más, tú decidiste» y ahí se perdió, en su afán por querer más y mejores cosas.

Si la sociedad moderna es en esencia optimista, ¿de dónde proviene el pesimismo y la desesperanza de Madame Bovary?

De hecho la esperanza es un hecho fundamental en nuestra cultura judeo-cristiana, en las Escrituras, la Tierra prometida o el Reino de Dios, o para San Agustín, la Ciudad de Dios. Y a partir de ahí varias derivaciones sobre el tema, muchos de ellos españoles como Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno, u otros como Ernst Bloch.

Algunos de ellos entienden la esperanza como la expectativa de adquirir algo y alcanzarlo. En ese sentido, la esperanza tiene una acepción muy terrenal, en otros autores la esperanza es una de las virtudes teologales.

Ahora, con respecto al pesimismo hay que relacionarla con autores como Gramsci, Adorno y Horckheimer, quienes hablan de la crítica como el “pesimismo de la inteligencia”, o a partir de Lukács, quien ve en la novela la historia del héroe problemático, la historia del héroe que busca valores auténticos en una sociedad degradada, el recorrido hacia el interior de sí mismo, lo que para Lukács es característico de las novelas modernas, novelas muy pesadas por su fuerte descripción psicológica.

Mario Vargas Llosa, en “La primera novela moderna” de su ensayo La orgía perpetua, subraya por lo menos tres cosas: el método, el trabajo intenso y racional que implica la novela y cómo esta constituye en sí todo un orden, una estructura, una organización que tiene como paradigma la construcción de la totalidad donde no quede ningún cabo suelto.

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