19 octubre 2010

Lobo estepario, comentario Genaro Ruiz

Comentario destacado

Lobo estepario

30 septiembre 2010

Lobo estepario, comentarios destacados

Martín Peralta Castillo

Sobre El Lobo Estepario de Herman Hesse

Margarita Juárez

Lobo estepario

21 septiembre 2010

Un video interesante

Recomendación de Edgar Malagón

Opina: ¿qué te parece?



09 septiembre 2010

Madame Bovary, de Gustave Flaubert

Comentarios destacados 
Alumnos semestre 2011-I

UNAM / Facultad de Filosofía y Letras

Madame Bovary.jorge a Glez

Madame Bovary.CésarAmbriz

Madame Bovary.genaro Ruiz

31 agosto 2010

Tiempos modernos

Sociedad tecnológica - pensamiento en continuo progreso

Ponle título a este clip tomado de la película Tiempos Modernos, de Charles Chaplin

El título debe ser una frase [tres líneas máximo] que tomes de alguno de los textos vistos hasta el momento en clase. (No se vale repetir, así que revisa los omentarios que ya se hayan dejado).

El mito del Progreso

Do the Evolution, de Pearl Jam

El video de la canción "Do the Evolution" (1998), de la banda de rock Pearl Jam, es un claro ejemplo para hacer referencia al desencanto de fin de siglo. Unos años después de la publicación de Fight Club y unos cuantos antes de la aparición de la película Matrix, esta pieza musical (y sobre todo el contenido visual de este video) nos hablan de un síntoma de nuestro tiempo. Al tratarse de una narrativa, además, identifica los elementos de importancia que trazan el camino del desarrollo progresivo de la humanidad y su ulterior fracaso.


Comenta a partir del video:

1. ¿Qué sentido podemos darle al concepto evolución?
2. Relaciónalo con esa gfrase lapidaria de Adorno y Horckheimer: "la Ilustración es el engaño total de las masas"

22 agosto 2010

Razón aplicada

Vamos aplicando Razón!

Una vez que has visto este video comenta en este blog la relación que tiene con los temas de la clase en torno de lo moderno.

PANORAMA GENERAL SEMESTRE 2011-I


La Modernidad es una civilización y una cultura que tienen su origen y fundamento en la Razón, en la Filosofía, en la Historia, en la construcción ordenada de las sociedades, y en la configuración integral y compleja no sólo de la Realidad sino también del Hombre.

Es una civilización y una cultura caracterizadas por la emancipación de esta criatura racional, el hombre, con respecto de la naturaleza, y por el desarrollo de una ideología que busca en la ciencia el conocimiento absoluto, enciclopédico, de las cosas con el fin de dominar el mundo para transformarlo. Dicha ideología es el Humanismo.

La modernidad hay que entenderla como resultado de un largo proceso que integra diversos giros y vueltas de tuerca: la Revolución Industrial y la confección de las sociedad burguesa; la Revolución Francesa y sus ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad; la aparición de la filosofía en la Grecia arcaica, y el nacimiento de la agricultura.

Así de complejo y así de amplio es el proceso cultural conocido como modernidad que entró en crisis en el siglo XVIII y que encontró en el romanticismo y en las vanguardias dos grandes ataques directos contra su  fundamento: la razón.

Desde diversos ámbitos (social, político, económico, antropológico, filosófico y literario), el curso Teroía de la Literatura Moderno / Posmoderno aborda el estudio de nuestra civilización, hoy en crisis, con el fin de brindar al estudiante de licenciatura un amplio conocimiento teórico, conceptual y multidisciplinario, al respecto de los grandes relatos de la cultura, civilización y hombre propios del mundo moderno. Esto a su vez abona el terreno para entender el difícil proceso de transición cultural que hoy conocemos como posmodernidad.   

14 mayo 2010

Posmodernidad (3)

La espectacularización de la realidad

En esta ocasión nos hemos acercado a un aspecto fundamental en la nueva lógica cultural que ha venido institucinalizándose con el desarrollo de la posmodernidad: la conversión de lo real y de la realidad en espectáculo. El breve texto "Culturas virtuales" de Eduardo Subirats es bastante ilustrativo al respecto, por lo cual nos hemos ayudado de él para desarrollar nuestras propias reflexiones.


El punto nodal del texto de Subirats parece ser el hecho de que el sujeto ha perdido la autonomía que ostentaba en la sociedad moderna, es decir, ha perdido el control que ejercía anteriormente respecto de su destino, su realidad y su vida cotidiana.

Incluso hay que decir que el sujeto no sólo ha perdido control, sino que se ha transformado en un elemento pasivo respecto de su realidad, que sólo se dedica a absorber sin crítica lo que los medios de comunicación le ofrecen, en especial aquellos que se valen de pantallas (televisión, internet, cine, etc.). En este sentido, el individuo contemporáneo contrasta gravemente con el antiguo sujeto moderno, el cual se caracterizaba por ser activo y creador, transformador de su entorno. 


Esto significa que el sujeto racional ha devenido en un receptor pasivo. Antes el hombre se valía de su racionalidad para producir, reproducir y crear su mundo; ahora las máquinas, el diseño comercial y otras tecnologías inventan la realidad: la representación que tenemos del mundo y de nosotros mismos ya no es creada por el hombre, sino por la tecnología: las máquinas se han salido de control.


Lo único que le queda de autonomía al sujeto es la apariencia. La espectacularización de lo real es tal que el individuo posmoderno llega a creer que la conducta que le implantan las pantallas es en verdad su propia reflexión sobre el mundo. En realidad, la única racionalidad que sobra en la posmodernidad ha sido acaparada totalmente por el mercado, el cual sólo la explota para ejercer un control de comportamiento sobre los consumidores.




En este sentido es que se ha llegado a hablar teóricamente de la muerte del sujeto. En otras palabras, el antiguo sujeto moderno, crítico, racional, creador, innovador, se ha convertido en una marioneta al servicio del mercado. El sujeto posmoderno absorbe la realidad que observa sin antes haber trabajado en ella: las pantallas trazan la nueva configuración de la subjetividad del yo.




Esto que venimos diciendo constituye la generalidad de la cultura, la pauta dominante de comportamiento, lo cual no quiere decir que pervivan aún  residuos de racionalidad en algunos entornos y en algunos individuos, como podemos pensar cuando vemos ciertas universidades y ciertos autores que llevan a cabo una lucha por el despertar de las conciencias posmodernas.

Posmodernidad (2)

La levedad del ser

Depués de haber comenzado a familiarizarnos con la teoría sociológica de la posmodernidad (este nuevo tipo de sociedad en el que vivimos), sería pertinente ilustrar las consecuencias que ésta ha tenido en la institución del arte y, en concreto, en el área de la literatura. Para ello, destacaremos algunos aspectos que se distinguen como particularmente posmodernos en la conocida novela de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, la cual se presenta como un buen retrato del nuevo tipo de héroe (ya no el problemático de la modernidad sino el modular de la posmodernidad).


Entre otros aspectos, La insoportable levedad del ser se caracteriza por evidenciar aquello que Fredric Jameson llama el ocaso de los afectos. Los personajes novelísticos de Kundera son individuos desarraigados, cuyo compromiso afectivo es sólo consigo mismos (y en ocasiones ni siquiera esto).


Así como el sujeto posmoderno no posee ningún compromiso afectivo, tampoco lo posee respecto de su realidad y de su futuro. El individuo contemporáneo es un ser erótico, un ser que vive el instante, el momento, sin importar qué pueda pasar mañana. Este desapego del futuro (y también del pasado) es consecuencia de la consciencia posmoderna del mundo: tal vez para nosotros ya no exista el mañana, pues la modernidad ha explotado tanto al mundo que éste está a punto de venírsenos encima, de colapsar: el hombre ha cortado tanto la trama de la vida que ésta parace incapaz de regenerarse. Por esta razón es que el individuo contemporáneo vive su presente intensa e irreflexivamente.


En este sentido, podemos notar una radical transformación que va del hombre moderno al hombre posmoderno. El ser moderno que poseía una misión en la vida, un compromiso con su existencia, y múltiples opciones de futuro de entre las que podía conquistar una para alcanzar el sentido de su vida, ha devenido en un hombre despreocupado, sin compromisos vitales, políticos o sociales. Los hombres posmodernos se han liberado del peso de la responsabilidad y con ello han incurrido en la levedad del ser. El ser histórico por excelencia (el que se comprometempolíticamente con la sociedad) ha devenido ahistórico en la posmodernidad.


Sin embargo, la levedad no implica necesariamente infelicidad. Al contrario, la levedad es capaz de otorgar al ser una ilusión de felicidad, gracias al desapego y a la "libertad" que genera. El problema es cuando se lleva a cabo el contraste entre peso y levedad, el cual puede tener como resultado que el ser leve sienta una gran nostalgia del peso que ha perdido. 


En otras palabras, el hombre posmoderno es una radicalización trágica del héroe moderno lukacsiano: desea encontrar el sentido de su vida y sin embargo, no emprende ninguna búsqueda, no sabe siquiera como emprenderla y se encuentra en un mundo que ya no posee ningún sentido y ninguna oportunidad de futuro. El hombre posmoderno parece estar condenado a quedarse posmoderno.


La insoportable levedad del ser tiene la virtud de mostrarnos al ser leve, al hombre posmoderno, viviendo la vida cotidiana. A través de sus páginas observamos al sujeto en situación, en fenómeno. Considerando esto, podemos pensar que la literatura, de manera especial dentro de las artes, nos da algo que la teoría nunca nos podrá dar: el fenómeno por encima de lo abstracto.

21 abril 2010

Posmodernidad (1)

La lógica cultural del capitalismo tardío


De cierta manera, hemos recorrido todo el tramo teórico de lo que conocemos como modernidad sólo para llegar al momento de explicar la posmodernidad, la etapa en la que vivimos. De esta forma, teniendo como base todas nuestras reflexiones anteriores, podremos entrar de lleno en la investigación de nuestra sociedad contemporánea. Para esto nos será de especial ayuda el texto La lógica cultural del capitalismo tardío, de Fredric Jameson.


En realidad, esta nueva etapa de Occidente es el último momento de nuestra línea del tiempo (Ilustración, romanticismo, vanguardia, postvanguardia, posmodernidad). Tal vez este fenómeno ha surgido a partir de las consecuencias que ha tenido en el mundo el mercado multinacional, es decir, la generalización del consumo exacerbado de mercancías, su aliciente mediante los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías que permiten todo el proceso.


Hoy en día se han revertido todas las primeras miras ilustradas, modernas, de la república democrática: la creación de un estado que formara ciudadanos críticos y la posibilidad de que éstos vivieran en convivencia. Hoy la noción de libre mercado ha sobrepasado todos los ámbitos de la existencia, hasta el punto de haber absorbido incluso al estado, el cual se supone que tendría el trabajo de regularlo.


Lo anterior tiene como resultado inmediato la transformación del individuo. Ahora se privilegiará el exterior por encima del interior: el hombre tratará de definir su existencia en función de la variabilidad de consumos que el mercado le ofrece, en lugar de definir su identidad (como ansiaba la modernidad) a partir de un trabajo intenso de desarrollo del intelecto y del espíritu: el canon de ciudadano (sujeto crítico) ha cambiado por el de consumidor (individuo acrítico). El individuo posmoderno reemplazará las necesidades interiores, la plenitud, la felicidad, con consumos. La nueva consigna será "soy totalmente palacio", la cual se legitima y legitima la nueva lógica cultural.


En este sentido Jameson es muy claro: la posmodernidad no es un estilo a escoger entre otros. En realidad, la posmodernidad es una pauta cultural dominante, determinada por el capitalismo tardío, el cual es la tercera fase de dicho modelo económico (la primera es el capitalismo clásico y la segunda el capitalismo imperialista). La diferencia entre la primera y la tercera etapas es radical: antes, en el liberalismo, había un individualismo moral que era parte de un proyecto colectivo; el trabajo, generador de riqueza, era fundamental para la economía real (la cual estaba regida por la ley). Ahora, la individualización es radical, cada quien consume en su espacio sin proyectar utopías junto con nadie; el desempleo es una gran consigna, pues las máquinas han reemplazado al obrero en muchos ámbitos y la bolsa de valores, la economía virtual (dinero genera dinero, y ya no trabajo genera riqueza), reina por encima de la economía real. La nueva lógica posee los valores de consumo, beneficio, rendimiento, eficacia, resultados, productividad. Es un capitalismo salvaje, que está por encima de todo a cualquier costo: la ley se ha convertido en simple retórica, pues la ley real es un obstáculo para el libre mercado.


Nosotros, los que habitamos hoy el planeta, somos hijos en toda medida de la nueva lógica cultural. Hemos pasado del hombre que elaboraba conceptualmente (homo sapiens sapiens) al hombre que recibe su identidad mediante la imagen (homo videns).


Los albores de la posmodernidad pueden situarse después de la Segunda Guerra Mundial, de la Guerra de Vietnam, de la derrota de los movimientos de contracultura... Es decir, alrededor de los años 60. En este sentido se comprende la noción de capitalismo tardío. Después de los horrores bélicos del mundo racional, parecería que las sociedades del planeta tomarían otro rumbo, el socialista. Todo parecía indicar tal cosa, la Revolución cubana de 1959, la derrota de EUA en Vietnam, la liberación de las colonias en Asia y en África... Sin embargo, el capitalismo fue capaz de dar un gran giro, de refuncionalizarse y de revivir de sus cenizas: el capitalismo llegó tarde a la fiesta de su muerte, pero llegó, arrasó con todo y se instauró nuevamente como el ente dominante del mundo, ahora bajo el nombre de neoliberalismo.


¿Podemos decir que la posmodernidad es una degradación de la sociedad humana y, por ende, del hombre? Si tomamos como canon de realización humana a la modernidad, ciertamente podremos decir que lo es. Sin embargo, hay que pensar, como lo piensa Jameson, que la esta nueva etapa humana es un momento histórico como cualquier otro, y por tanto no es pertinente el juicio de valor respecto de él.


Lo que sí es pertinente, y necesario, es la reflexión sobre el fenómeno posmoderno y la reflexión sobre sus consecuencias en uno mismo, para, a partir de ahí, tomar una decisión acerca de cómo debemos conducirnos en nuestra vida cotidiana, que es donde se generan todos los fenómenos reales.

20 abril 2010

Postvanguardia

Es tiempo de despertar

Hemos visto ya el trayecto que se articula entre la vanguardia (último momento de la modernidad) y la posmodernidad (todo un nuevo tipo de sociedad). Sin embargo, sería interesante considerar un fenómeno que no está del todo aislado de nuestra línea del tiempo: la postvanguardia; la cual podemos considerar como otra estación crítica de la modernidad, al lado del romanticismo y la vanguardia, pero que se ciñe principalmente a la década de los 50 estadounidenses.

Realicemos una muy breve línea del tiempo. De 1920 a 1940, la vanguardia trata de revertir la institucionalización del arte que se llevó a cabo en la sociedad burguesa decimonónica. A la par de esto, el modernism norteamericano, 1930-1950 (gestado, curiosamente, en Europa), realiza su parte en el ámbito americano, teniendo una gran influencia en la literatura siguiente (en la de nuestro boom, por ejemplo). Sin embargo, estas dos nuevas lógicas subversivas se institucionalizan, entre otros factores, a causa de la mercantilización.

Es aquí cuando surge el posmodernism (postvanguardia), el cual intentará subvertir los ya institucionalizados vanguardia histórica y modernism. Este fenómeno significa un verdadero movimiento de contracultura (desarrollado por una serie de jóvenes constituidos en dos bandos, por un lado los hipsters y por otro los beatniks), movimiento que se constituye en la bien conocida generación beat norteamericana, cuyo máximo anhelo era alcanzar un arte no mediado por el intelecto.


La noción de beat (golpe) radicaba en producir tal conmoción en el espectador, que éste despertara de su letargo consumista y buscara otros medios de adquisición de lo real (proyecto que la generación beat buscaría en las drogas y en las filosofías occidentales, principalmente). El cometido de esta serie de artistas era generar, para sí mismos como para la sociedad, un distinto acercamiento a las cosas, uno que no implicara de manera inherente las deducciones racionalistas institucionalizadas por los medios masivos de comunicación, los cuales esparcen una conducta benéfica para los grandes poderes del mundo, pero nociva para todos los ciudadanos. 


Un ejemplo canónico de esta estética provocadora lo encontramos en el libro El almuerzo desnudo de William Burroughs. Probablemente no hay historia más aberrante que ésta; y, hablando con rigor, diríamos que es erróneo llamarla historia: es en realidad una serie de momento caóticos con pequeños intervalos de lucidez, muy semejante al consumo adictivo de sustancias psicotrópicas; es un texto sin trama, sin organización novelesca, con un principio y un fin más bien físicos que de contenido, con capítulos que no ordenan la narración sino que simplemente ordenan el cambio de rumbo onírico. Este texto es la oscilación pura entre periodos plenamente kafkianos, en los que los sueños adquieren un matiz lógico, y periodos de periodos de mero desplazamiento subconsciente a través de vaselina, coitos, babuinos, esquizofrenia y jarabe para la toz.


En general esta descripción es una alucinación constante en busca de otras realidades, de un distinto acercamiento a lo real. Por medio de diversas sustancias se nos acerca a un mundo en el que no caben ni el orden ni el concierto al que estamos tan acostumbrados, sino que en realidad se presenta la pura plasmación de los fenómenos, “el puro registro de lo que observan los sentidos”, como dice Burroughs hacia el final del texto; no es una novela que tenga la intención de relatar una historia, desarrollar un argumento o entretener al lector: es simplemente un “caleidoscopio de panoramas” que registra otra realidad sin valerse de la organización. Una realidad que ciertamente se arroja en una búsqueda de lo más sórdido, lo más oscuro y lo más obsceno en el ser humano, expresada con una desarrollada estética de lo grotesco. Es un camino en el que el hombre sufre una animalización, se hunde totalmente en la sensualidad y deja de lado la racionalidad, donde se desplaza por los derroteros de la pederastia, la sodomía, la coprofilia, la violación, el asesinato, la pedofilia, el sadomasoquismo, la zoofilia y el homosexualismo exacerbado en sus múltiples facetas. Parecería que el texto quiere herir nuestros sentidos por medio de múltiples sinestesias; parecería que Burroughs con toda esta serie de imágenes hirientes nos invita a despertar de nuestro letargo social.


No hay protagonista en este flujo de la subconsciencia. Todos los personajes son los protagonistas o, mejor dicho, la sociedad enferma es la protagonista. Una sociedad que tiene como drogas a los medios de comunicación, la desinformación y la inacción. Como el espectador de El almuerzo desnudo que nos describe inactivamente su realidad, así nosotros vivimos sólo de manera pasiva, sin acción, en nuestra realidad conformista.

Esto fue una suerte de paréntesis complementario dentro de nuestras reflexiones en torno al cambio de la sociedad moderna a la sociedad posmoderna, la cual será nuestra próxima investigación, ayudados de La lógica cultural del capitalismo tardío de Fredric Jameson.

06 abril 2010

Vanguardia y Posmodernidad

El ocaso de la vanguardia y el nacimiento de la posmodernidad

Nuestra siguiente reflexión será entorno de la íntima relación que existe entre el fin de la vanguardia y el nacimiento de la posmodernidad, la cual se constituye como todo un nuevo tipo de sociedad. Para esto nos acercaremos a las reflexiones de dos autores, principalmente. La primera pertenece a Octavio Paz y su libro Los hijos del limo; la segunda se referirá a La era del vacío de Gilles Lipovetsky.

En cuanto a Paz, el ensayista refiere que todo el complejo movimiento tanto vital como estético que fue la vanguardia es el final de toda una etapa del hombre occidental: la modernidad. Paz afirma que la lógica de la vanguardia es la radicalización de la tradición de la ruptura, esto es, de la incesante revolución institucionalizada que los distintos momentos modernos encarnan: la Ilustración y su rechazo al oscurantismo, el romanticismo y su rechazo a la racionalidad universalista, la vanguardia y su rechazo al estatus del arte en la sociedad burguesa (y la posvanguardia, un fenómeno muy ceñido al ámbito estadounidense, que busca despertar las conciencias que han sido hipnotizadas, entre otros, por el mercado). Es decir, la vanguardia es el último momento de lo que conocemos como sociedad moderna, y, por ende, de lo que llamamos arte moderno.

Para Paz, analogía e ironía son las armas con las que se lleva a cabo cada revolución moderna. Por una lado, la analogía permite al arte (y a la sociedad) mantener una tradición que se extiende hasta la Antigüedad clásica, pues, sea como sea, la modernidad es una y, aunque lleve a cabo muchas rupturas en su seno más interno, poseerá una lógica inherente. En cuanto a la ironía, es la herramienta que permite la revolución, la inversión de la tradición, el cuestionamiento de las costumbres (sociales y artísticas). En realidad, en la frase tradición de la ruptura están encarnadas la analogía (tradición) y la ruptura (ironía).

Sin embargo, vino el ocaso de la vanguardia, y con él la negación (la ruptura) pierde sus poderes. La negación se institucionaliza, se generaliza, y con ello deja de ser innovadora, se convierte en ritual, en método de creación: "la rebeldía convertida en procedimiento, la crítica en retórica, la transgresión en ceremonia". El arte se reduce a imitación de los clásicos modernos. No es el fin del arte, sino el fin del arte moderno.


Lo anterior no es otra cosa que la manifestación artística de la crisis de la modernidad: la noción de proyecto deja de funcionar y en su lugar se instaura el ahora; los valores del cambio se transforman en valores de conservación; la caída de los universalismos y el nacimiento de las pluralidades.


Lipovetsky nos sirve de gran complemento a lo expuesto por Paz. Esta nueva fase, que viene después del ocaso de la vanguardia, es "fastidiosa y vacía de toda originalidad" en cuanto al arte. En realidad, esta nueva etapa en Occidente es el resultado de "la hipertrofia de una cultura cuyo objetivo es la negación de cualquier orden estable". Esta hipertrofia ha sido llevada a cabo por la aparición del consumo de masas (y su catalizador, los medios masivos de comunicación), el cual es una consecuencia de la mercantilización de todos los ámbitos de la vida, incluido el del arte. Con el consumo de masas, lo que una vez fue crítica (la vanguardia) se generaliza en normalidad, en cotidianidad. Es decir que la supremacía del mercado en el mundo (por encima incluso del estado) da como resultado el término de la modernidad como revolución del cambio.



En este sentido, Lipovetsky cree que esta nueva fase es continuación de la vanguardia y de toda la tradición moderrna a la que ésta pertenece, a diferencia de otros autores (Baudrillard, Lyotard) que la consideran más bien como una ruptura radical con lo precedente, o sea, con la modernidad.


Para el autor, el nuevo fenómeno, la posmodernidad (un término que, por otro lado, Paz tachaba de incorrecto), es un fenómeno global que no se reduce a un movimiento estético, sino que se constituye como todo un nuevo tipo de sociedad, de individuo y de cultura (como era el caso la modernidad).


Nuestras próximas reflexiones entrarán de lleno a investigar este nuevo tipo de sociedad, la posmodernidad, que es sin duda alguna en la que vive cada uno de los hombres de este mundo.

13 marzo 2010

Modernidad y Vanguardia (3)

El humano deshumanizado


Despúes de habernos acercado teórica y fisolóficamente a las características tanto históricas como definitorias de la vanguardia, es momento de ejemplificar nuestras refelxiones con una obra literaria en concreto: El proceso, de Franz Kafka, donde veremos un ejemplo modelo del hombre dehumanizado a causa de la especialización de la sociedad burguesa.


Cuando nos enfrentamos con el héroe de El proceso, José K., no estamos siguiendo las aventuras de un personaje multidimensional, polifacético, o problemático, sino más bien estamos observando a una entidad abstracta que semeja al sujeto, pero que en realidad es la degradación de la condición humana: la historia sólo nos muestra aquel lado del hombe burgués que pertenece a la burocracia, aquel lado que sirve como simple engranaje del aparato burocrático, esto es, como un elemento prescindible y reemplazable.

Decimos lado porque la faceta burocrática se supondría sólo como un aspecto del hombre, pero, en realidad, en la novela este polo constituye la totalidad del sujeto, es decir, el individuo está plenamente especializado.


En el caso de José K., la integración del individuo al sistema alienante se da mediante la institución bancaria y el proceso judicial. K. no lleva a cabo un desarrollo espiritual como lo hacen muchos otros héroes de la modernidad, sino que se queda en la mera sistematización enajenante de los ámbitos burocráticos. A tal grado llega su especialización que, fuera de estos ámbitos, el héroe se siente perdido e inseguro.

La novela es muestra irrefutable de la degradación, del fracaso, de la idea renacentista e ilustrada del hombre: es la pérdida de la humanidad (de la totalidad), es el empobrecimiento del ser humano, es el triunfo de la esfera material sobre la esfera espiritual. Es una paradoja: la burguesía, y su sistema económico, el capitalismo, destruyen la idea de hombre que ellos mismos crearon. En lugar del desarrollo total de las potencialidades humanas se pondera el desarrollo total de una de sus potencialidades para que se vuelva un engranaje más funcional en el aparato productivo, tanto social como económico.


Sin embargo, el problema no se detiene aquí. La sociedad, que ya está degradada en sí misma por su subordinación ante la esfera del mercado, lleva a cabo una apología de la especialización convenciéndonos de que ésta, facilitadora del rendimiento y altamente productiva, constituye el desarrollo pleno del hombre: éste se siente "realizado" en la degradación.


José K. se yergue como un grito desesperado cuya resonancia está hoy muerta. Es posible que hoy, en nuestra contemporaneidad posmoderna, el paradigma de "lo humano" haya cambiado con respecto del modelo moderno y que ahora lo humanamente natural sea la especialización.


Al final de esta reflexión cabe hacernos un cuestionamiento: ¿Qué tanto de José K. hay en cada uno de nosotros? ¿Somos hombres alienados que luchan absurdamente por ser auténticos?

02 marzo 2010

Modernidad y Vanguardia (2)

La restitución del arte a la vida

Hemos ya comentado la superepecialización de la institución del arte que resultó una separación radical del arte respecto de la vida cotidiana. Ahora es momento de comentar las refelxiones que los filósofos han ofrecido respecto de la especialización de la sociedad burguesa, del cual se han valido bien directa, bien indirectamente, los artistas de la vanguardia para proclamar la restitución del arte a la vida y la transformación de toda la institución.


Los autores que han tratado este tema con gran profundidad filosófica van desde Schiller hasta Adorno, pasando por Schiller, Schlegel, Hegel, Marx y Lukács, entre otros. Sin embargo, en esta ocasión nos concentraremos en uno de ellos, a saber, Schiller, que fue tal vez el primero en notar y hablar del asunto de la especialización y en ofrecer una solución para ello.

Este conocido romántico se basa en la división del sujeto y de la esfera de la vida que realiza Kant, esto es, la razón teórica en un extremo (el conocimiento, el intelecto; la necesidad), la razón práctica en el otro (la sensualidad, el deseo; la moral, la libertad), y el juicio estético como mediador entre ambas. A partir de esta división, Schiller proclamará que la razón teórica se ha erguido como la facultad "alta" del hombre, mientras que la razón práctica, (donde se encuentra la sensualidad) constituye la facultad "baja", la cual debe ser gobernada por el intelecto, por el racionalismo: se instituye la tiranía represiva de la razón sobre la sensualidad.

Pero esta hegemonía de la racionalidad dará como resultado la escisión radical del hombre en dos partes irreconciliables, el impulso sensual y el impulso de la forma. El impulso del juego, que abarca la imaginación y la experiencia estética, dice Schiller, deberá actuar como mediador y conciliador entre ambos polos, de manera que el hombre quede liberado tanto de su polarización como de su enajenación por parte de la división del trabajo y la especialización (fenómenos que hemos caracterizado como resultados de la sociedad racional).

La liberación se lleva a cabo mediante la pérdida de la seriedad de la realidad, del juego por encima del sufrimiento, de la liberación de todas las potencialidades y facultades del hombre; todos ellas metas alcanzadas mediante el desarrollo de la imaginación libre, sin ataduras racionalistas.


Hay que hacer descansar la moral ya no sólo sobre las bases de la racionalidad, sino sobre la base de la racionalidad reconciliada con los sentidos.

El arte es el vehículo para la liberación de la sensualidad, gracias a que pone al hombre en relación directa con su sensualidad al mismo tiempo que con su racionalidad: el arte puede ser el conciliador entre ambos polos de la vida. Esta es la manera como la sociedad racional represiva puede subvertirse y transformarse en la sociedad de la libertad, mediante el juego y la imaginación, en la sociedad del hombre liberado de su escisión y constituido de nuevo en su totalidad.

Este es el presupuesto a partir del cual los artistas de vanguardia intentarán reconciliar arte y vida. Pugnarán por una democratización de la cultura y de la experiencia estética en aras de la restitución del valor formativo de ésta. Creerán en el arte como medio de transformación del hombre, de la cultura, de la sociedad y del arte mismo. La vanguardia es un punto crítico.

Es en este sentido que se habla de la vanguardia como una gran revolución, como el comienzo de "otra cosa", como el nacimiento de una nueva forma de cultura. En función de esto comprendemos la importancia del estudio filosófico de la vanguardia, pues, de cierta manera, es el punto de referencia más cercano que tenemos para comprender la cultura actual, la realidad contemporánea, el mundo del arte hoy, etc. La vanguardia es seminal, en muchos sentidos, para nuestros tiempos.

Modernidad y Vanguardia (1)

Todo fenómeno tiene su historia

En el curso de nuestras reflexiones hemos observado con cierto detenimiento los fenómenos tanto de la modernidad como del romanticismo, sus características, su ubicación histórica y sus repercusiones en la cultura. Hemos considerado que la lógica cultural de la modernidad fue la imperante desde por lo menos la Revolución francesa, tenindo como primera estación crítica al fenómeno conocido como romanticismo. Ahora es tiempo de entrar de lleno a la segunda estación crítica, conocida como vanguardia.

Como ya hemos señalado con bastante énfasis en otras ocasiones, la lógica moderna lleva a la sociedad y a la civilización a desarrollos muy particulares teniendo la razón como eje conductor supremo. Todas las esferas de la vida (política, economía, arte, etc.) se racionalizan y sistematizan en función de la organización razonada; la vida se vuelve un sistema compuesto de múltiples subsistemas que comprenden una totalidad en sí mismos, a la vez relacionados e independientes respecto de los demás subsistemas.

Podemos denominar a este fenómeno como fragmentariedad integrada. Cada uno de estos sistemas cumple su función a partir de una especialización, esto es, se desarrolla con gran independencia y cumple sólo las funciones que le son propias para que la totalidad marche bien. Este fenómeno va desde la institución más grande y abstracta como puede ser el Estado, hasta el elemento más particular y definido como es el sujeto (el paso del hombre total al hombre fragmentado).


El trabajo fabril es un excelente ejemplo de lo que hemos venido diciendo. El obrero de una fábrica que elabora automóviles, por ejemplo, aprieta un botón repetidamente durante toda su jornada, con lo cual puede moldear una forma, elaborar una pieza, ensamblar otra, etc., de manera que con todas las contribuciones particulares se llega a la construcción del producto final. Sin embargo, cada obrero no desempeñará más allá de una o dos funciones porque de esa manera la productividad aumenta y el trabajo se lleva a cabo con una mayor eficacia. A este fenómeno se le conoce como división del trabajo, la cual lleva a otro fenómeno llamado especialización.


Así como con la fábrica y el obrero, así pasa en todos los ámbitos de la sociedad. El arte no es la excepción. Hacia finales del siglo XIX europeo (es decir, en la sociedad burguesa ya plenamente constituida) se da el fenómeno del esteticismo, l´art pour l´art, que no es otra cosa que una superespecialización del terreno del arte, hasta el punto que éste ya no posee ninguna función social y se encuentra absolutamente desvinculado de otras esferas de la vida como son la política o la praxis de la vida cotidiana.

Este es el estado de la cuestión artística cuando las vanguardias hacen su aparición. La vanguardia como tal sólo pudo aparecer una vez que la esfera del arte se especializó tanto como para poder ser plenamente autorreflexiva, es decir, para poder ya no mirar hacia afuera sino sólo hacia adentro de sí misma, de manera tal que pudo surgir lo que conocemos como autocrítica.

Con autocrítica, los autores (Peter Bürger, por ejemplo) se refieren a que el arte es capaz de hacer un examen sobre sí mismo, pero no en el sentido de una crítica de esta u otra corriente estéticas, este o aquel autores, el contenido de una u otra obras, sino una verdadera acción crítica dirigida a la totalidad del arte como institución, es decir, como subsistema social. En la vanguardia es la primera vez en la historia de Occidente en que se piensa que la situación contemporánea del arte es producto de todo un desarrollo histórico y no algo dado por su "naturaleza".

Con la vanguardia se piensa por primera vez en el arte como serie de prácticas institucionalizadas que son susceptibles de transformación. Con prácticas nos referimos a la manera como se produce y se distribuye el arte, las ideas estéticas dominantes y la recepción del arte en función de éstas. En la producción se pondera la forma y los medios de producción por encima del contenido; en la recepción se superpone el cumplimiento de la necesidad sensual inmediata por encima de la profunda utilización vital de la experiencia estética: el individuo tan especializado ya no puede integrar su experiencia con el arte a su vida cotidiana.

Tal es el estado del arte a finales del siglo XIX: una esfera superespecializada, autorreflexiva y desvinculada de la praxis social, resultada del desarrollo pleno de la sociedad racional. Las miras profundas de la vanguardia en los comienzos del siglo XX serán invertir este estado del arte y regresarlo a la integración con la vida cotidiana.

09 febrero 2010

Presentación 2010-2

De lo moderno a la vanguardia y de ahí a lo posmoderno

"Siglo XX corto" llamó el historiador Eric Hobsbawm a los años transcurridos desde el estallido de la primera guerra mundial hasta el hunfimiento de la URSS. Siglo en el que el mundo avanzó en el camino que habría de convertirlo en una única unidad operativa, particularmente en cuestiones económicas, un mundo en el que el pasado ha perdido su función y en el que no sólo no sabemos adónde nos dirigimos, sino tampoco adónde deberíamos hacerlo.

Un siglo que comenzó con un centro hegemónico situado en la Europa civilizada, burguesa, sociedad que, a partir de la segunda década del siglo, sufriría durante cuarenta años los embates de dos Guerras mundiales, una crisis económica mundial y el avance del fascismo.

Sociedad que daría origen a nuevas expresiones artísticas, como las de vanguardia, que darían cuenta de la fragmentación del hombre al interior de la sociedad capitalista, expresiones que ya no harían sentir su malestar desde la burguesía, como lo fueron las expresiones románticas, sino desde el proletariado, en una época en la que la perspectiva socialista iluminaba los caminos que los intelectuales buscarían seguir.

Tras la época de catástrofes que se extiende desde 1914 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1946, sobreviene un periodo de veinticinco o treinta años de extraordinario crecimiento económico y tecnológico que transformó a la sociedad más profundamente que cualquier otro periodo de duración similar. Periodo en el que el centro hegemónico del mundo dejaría de encontrarse en Europa para asentarse en los Estados Unidos, cuya cultura pasaría a ser la nueva dominante cultural del planeta, cultura que hoy en día se ha extendido al mundo entero y conocemos como posmodernidad.

En el terreno de las letras y las artes, aquel nuevo periodo de prosperidad permitió el auge de las literaturas de vanguardia aplicadas a la realidad norteamericana como una forma de "apropiarse" del arte moderno. Estados Unidos llamaría modernism a su vanguardia, una vanguardia nutrida de las formas y adaptaciones, pero no suficiente como para significar una reacción contra las condiciones concretas de la sociedad en torno de un movimiento; se trata de una vanguardia o modernism más cercano a la cultura oficial, canónica, de los mercados culturales de los Estados Unidos.

Los 70s y 80s son años en los que se hace patente el inicio de un periodo de dificultades duraderas, en el que los países capitalistas buscaron soluciones radicales ateniéndose a los principios del libre mercado, el cual produjo, a su vez, una nueva era de descomposición, incertidumbre, crisis y catástrofes para vastas zonas del mundo como África, la ex Unión Soviética, y los antiguos países socialistas de Europa. Época que llega hasta nuestros días y se ha radicalizado con la actual crisis financiera ocasionada por la racionalidad de los mercados.

Pero será a fines de los 60s cuando una nueva ola de optimismo arrastre a miles de jóvenes y a varios de sus maestros a salir a las calles con las consignas de "la imaginación al poder", reprensar el socialismo y darle nueva significación al realismo crítico. Años en que en los Estados Unidos el arte de contracultura (arte pop, generación beat) buscará desactivar los circuitos de la cultura oficial retomando postulados del romanticismo y de la vanguardia clásica como el de "abandonarlo todo" pero aplicado al siglo XX: "lanzarse a los caminos", a los free-ways, a las carreteras. No obstante, será en esos mismos años cuando los mercados harán del arte un producto de masas que genere utilidades y beneficios en términos económicos, curiosamente a partir del entusiasmo que provocan las nuevas corrientes artísticas contraculturales, las que se integran al fenómeno artístico llamado posvanguardia o posmodernism.

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