COMENTARIO DESTACADO DE NAKED LUNCH
20 mayo 2012
Sin horizonte
I don't know just where I'm going/But I'm gonna try for the Kingdom, if
I can/'Cause it makes me feel like I'm a man/When I put a spike into my vein/And
I'll tell ya, things aren't quite the same/When I'm rushing on my run/And I
feel just like Jesus' son
Velvet Underground -
Heroin
En la introducción,
Burroughs señala que El almuerzo desnudo
tiene como fin alertar de los peligros de la drogadicción, pero es obvio que en
realidad quiere ir mucho más allá, su denuncia abarca la totalidad del mundo en
el tiempo que le tocó vivir.
El proceso
de degradación continúa, mientras que la lucha de Faulkner era muy noble,
encontrar el sentido moral de su tiempo, la lucha de Burroughs, treinta años
después, es más desesperada, se trata de recuperar aunque sea un poco de
cordura. Esquizofrenia, paranoia, alucinaciones, síndrome de abstinencia; son
estados de confusión, de dependencia. El proyecto llamado modernidad se esfuma
en una nube de ectoplasma y los ciudadanos se convierten en fantasmas grises sin
esqueleto ni forma.
La droga es metáfora real y perfecta
que describe el paso dado por el hombre para dejara su dignidad humana y
convertirse en consumidor, como un drogadicto cuya necesidad de otra dosis
oblitera su voluntad, el hombre ya no es dueño de sus actos, sólo que a
diferencia del yonqui, no es por culpa de un efecto fisiológico de una
sustancia, sino que ya no quiere hacerse responsable de las consecuencias de lo
que hace.
No se
piensa en el futuro, el temor de Octavio Paz[1]
respecto a un mundo centrado en el hedonismo[2] se
materializa en esta obra.
Dos
guerras mundiales y la amenaza de una tercera debido a la pugna por la
hegemonía entre Estados Unidos y la Unión Soviética han dejado a la generación
beat(en down) con el terror a la historia denunciado por Mircea Eliade[3].
Todas las penas, aberraciones y humillaciones padecidas por el hombre en lo que
va del siglo han vuelto insostenible cualquier esperanza.
El mundo
plasmado por Burroughs tiene de todo, menos horizonte “Libertonia era un estado
de bienestar social. Si un ciudadano quería algo, desde un saco de huesos hasta
un compañero sexual, había un departamento dispuesto a ofrecerle ayuda
efectiva. La amenaza implícita en esta envolvente benevolencia apagaba
cualquier idea de rebelión…”[4].
No hace
falta mirar tan lejos si gracias a la droga por más de ocho horas la única
perspectiva necesaria está en la punta del zapato[5]. Ése
es el alcance del hombre a mitad del siglo XX, que vive en el presente, un
presente hedonista, la búsqueda de placer a costa de cualquier posibilidad de
futuro.
Bibliografía
Burroughs, William S. El almuerzo desnudo. Trad. Martín
Lendínez. Barcelona: Editorial Anagrama, S.A. 1989.
Comte-Sponville,
André. Diccionario filosófico. Trad.
Jordi Terré. Colección Surcos. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A. 2005.
Eliade, Mircea. El mito del eterno retorno. Edición
digital proporcionada para la clase.
Paz, Octavio. Los hijos del limo. Edición digital
proporcionada para la clase.
[1] Octavio Paz, Los hijos del limo. p. 16.
[2] Hedonismo. Diccionario filosófico. “Toda doctrina
que convierte al placer (hedoné) en el soberano bien o en el principio de la
moral […] la doctrina sólo es aceptable a condición de conceder a la palabra
placer una exitensión tan amplia que ya no quiere decir gran cosa […].
[3] Ver Mircea Eliade. El mito del eterno retorno.
[4] William S. Burroughs.
El almuerzo desnudo. p. 185.
[5] Ibid. p. 48.
COMENTARIO DESTACADO DE NAKED LUNCH
Nava Rosales, Gilberto Antonio
Teoría de la literatura 6
Comentario a Naked Lunch
23 de Abril del 2012
Gula ciega
Why can't we just admit it
We won't give pause until the blood is
flowing
Tool, Vicarious[1]
Al igual que la Náusea de Sartré, El almuerzo al desnudo genera una
sensación de hastío y hartazgo: un atracón de bulímico (salvo que, aquí no hay
nada qué vomitar: todo son palabras y uno queda harto del lenguaje; el lenguaje
común, ordinario, académico, educado, resulta increíblemente insuficiente, cada
superlativo sabe a insuficiencia: mentar madres, sacar todas las majaderías del
léxico personal, inventarse un lenguaje única y exclusivamente para insultar y
tirar mierda por doquier: ese quizá sería el vómito tras la ingesta excesiva).
En la década de los 60's generó gran polémica (incluso
fue prohibido): se entiende, la moralidad de la época era otra (incluso el
movimiento hippie era tachado como una revuelta, a pesar de no ser violento);
sin embargo, ahora, en una sociedad tan decadente que legitimiza el reggaetón
como un arte apto para todo público (cuando realmente consiste muchas veces en
pornografía lírica auditiva), ya no tiene el mismo efecto contundente de
inducir el vómito en el lector.
Tras las reconstrucciones de violaciones y torturas
mediante autopsias a los cuerpos de mujeres que fueron arrojados a los canales
en Ciudad Juárez[2],
videos pornográficos donde al final matan realmente a la mujer u hombre que han
sido violados o les aplican torturas durante el proceso, películas como la saga
de Hostal, la influencia japonesa mediante hentais del gore más macabro
y explícito (muchos de ellos, doujinshins, creaciones de un fanático a
partir de una serie o personajes existentes); tras todas estas manifestaciones
de brutalidad ficticia en los siglos XX y XXI, Naked Lunch resulta
insípido[3]. Por
supuesto será un golpe (aún actualmente) para aquellos que aunque consumen todo
lo anterior, no lo ven directamente[4]. La
metáfora de no ver lo que uno se mete a la boca, no ver lo que hay en la
punta del tenedor se refiere a eso: The American Way of Life.
Consumismo a tope; en este caso comemos sexo y violencia desde el desayuno
hasta la cena. Los conjugamos desde épocas inmemoriales (Bataille, Las
lágrimas de Eros) y queremos volver a ser parte del ritual (además, vernos
regresar al rito: un afán voyerista hacia nosotros mismos): buscamos ser
protagonistas de nuestra propia película pornográfica.
En la novela se apunta mediante la droga el engranaje
del sistema capitalista: se necesita un consumidor, un adicto; si no lo existe,
se (como políticamente dice el lenguaje de marketing) se detona
la necesidad del producto consumible (en realidad no está muy errado el verbo:
toda necesidad existe en potencia y alejarse de la realidad se ha convertido en
la máxima; la televisión, los filmes sencillos, la música, la literatura, casi
todo arte en realidad tiene esa función actualmente: separar al hombre de su
vida tangible):
—¿Y qué hay más INNECESARIO que la droga si
Tú no la necesitas?
Respuesta: —Los yonquis,
si Tú no te drogas.
El consumo: un círculo vicioso, el uroboros de la
destrucción. Sin embargo, cada necesidad va en aumento. Si en un principio nos
bastaba ver el pie de las damas que caminaban despreocupadas por la plaza,
ahora participar con ellas en plena cópula nos resulta insuficiente (y, sin
embargo, el sexo persona a persona incluso puede perder el deleite que
generaba: hay casos donde la persona sólo puede tener orgasmos masturbándose y
no en el coito con su pareja; y aún así permanece el deseo de la “pequeña muerte”
en compañía conjunta: la necesidad nunca desaparece, se perpetúa la venta del
producto).
Wilde decía que “mientras la guerra sea vista como mala,
conservará su fascinación; cuando sea tenida por algo vulgar, cesará su
popularidad”. Desgraciadamente para esta sociedad lo vulgar y lo malo son
símiles: encuentran redención en el automatismo de las contraposiciones
ideológicas. Se llega a lo que Paz apuntó como el territorio prohibido y
peligroso: el hedonismo puro. Así, no importa qué clase de producto se tenga
que vender para que la máquina funcione: hay que venderlo; al fin que el
consumidor, en su síndrome de abstinencia, no se percatará jamás de lo que se
inyecta en las venas.
[1] ¿Por qué no podemos
simplemente admitirlo? No nos detendremos hasta que la sangre fluya [traducción
mía].
[2] Libros enteros que fungen
como denuncia lo documentan: usan esas reconstrucciones para alzar un grito de
indignación que ahora parece más vigente con el reciente incremento de
feminicidios.
[3] La violencia resulta un
producto que se vende demasiado bien: la violencia, otra droga.
[4] En Clockwork Orange
(película) el protagonista dice que las cosas no se ven tan reales hasta que
las ve en cine. Disfruta más la violencia que él mismo llegó a ejercer cuando
ve a otros haciéndolo. El ver este tipo de situaciones en algo que se considera
elevado, estético, sublime: un mito moderno; genera una
reacción distinta en el lector: le permite ver algo de lo que no tenía ni idea
que estuviera frente a su nariz.
13 mayo 2012
Berkeley en los sesentas
Les ofrecemos un documental sobre los movimientos sociales de, y producidos por, la Universidad de Berkeley en los años sesenta. Estos movimientos vienen a ejemplificar con gran precisión el espíritu de esta generación, el cual se oponía (contracultura) a la nueva maquinaria de poder que comenzaba a gestarse después de la Segunda Guerra Mundial; maquinaria que terminaría por conocerse como postmodernidad.
(Agradecemos a Brenda Legorreta la recomendación de este documental).
en domingo, mayo 13, 2012 0 comentarios
Etiquetas: Posmoderno, Postvanguardia
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