14 mayo 2010

Posmodernidad (3)

La espectacularización de la realidad

En esta ocasión nos hemos acercado a un aspecto fundamental en la nueva lógica cultural que ha venido institucinalizándose con el desarrollo de la posmodernidad: la conversión de lo real y de la realidad en espectáculo. El breve texto "Culturas virtuales" de Eduardo Subirats es bastante ilustrativo al respecto, por lo cual nos hemos ayudado de él para desarrollar nuestras propias reflexiones.


El punto nodal del texto de Subirats parece ser el hecho de que el sujeto ha perdido la autonomía que ostentaba en la sociedad moderna, es decir, ha perdido el control que ejercía anteriormente respecto de su destino, su realidad y su vida cotidiana.

Incluso hay que decir que el sujeto no sólo ha perdido control, sino que se ha transformado en un elemento pasivo respecto de su realidad, que sólo se dedica a absorber sin crítica lo que los medios de comunicación le ofrecen, en especial aquellos que se valen de pantallas (televisión, internet, cine, etc.). En este sentido, el individuo contemporáneo contrasta gravemente con el antiguo sujeto moderno, el cual se caracterizaba por ser activo y creador, transformador de su entorno. 


Esto significa que el sujeto racional ha devenido en un receptor pasivo. Antes el hombre se valía de su racionalidad para producir, reproducir y crear su mundo; ahora las máquinas, el diseño comercial y otras tecnologías inventan la realidad: la representación que tenemos del mundo y de nosotros mismos ya no es creada por el hombre, sino por la tecnología: las máquinas se han salido de control.


Lo único que le queda de autonomía al sujeto es la apariencia. La espectacularización de lo real es tal que el individuo posmoderno llega a creer que la conducta que le implantan las pantallas es en verdad su propia reflexión sobre el mundo. En realidad, la única racionalidad que sobra en la posmodernidad ha sido acaparada totalmente por el mercado, el cual sólo la explota para ejercer un control de comportamiento sobre los consumidores.




En este sentido es que se ha llegado a hablar teóricamente de la muerte del sujeto. En otras palabras, el antiguo sujeto moderno, crítico, racional, creador, innovador, se ha convertido en una marioneta al servicio del mercado. El sujeto posmoderno absorbe la realidad que observa sin antes haber trabajado en ella: las pantallas trazan la nueva configuración de la subjetividad del yo.




Esto que venimos diciendo constituye la generalidad de la cultura, la pauta dominante de comportamiento, lo cual no quiere decir que pervivan aún  residuos de racionalidad en algunos entornos y en algunos individuos, como podemos pensar cuando vemos ciertas universidades y ciertos autores que llevan a cabo una lucha por el despertar de las conciencias posmodernas.

Posmodernidad (2)

La levedad del ser

Depués de haber comenzado a familiarizarnos con la teoría sociológica de la posmodernidad (este nuevo tipo de sociedad en el que vivimos), sería pertinente ilustrar las consecuencias que ésta ha tenido en la institución del arte y, en concreto, en el área de la literatura. Para ello, destacaremos algunos aspectos que se distinguen como particularmente posmodernos en la conocida novela de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, la cual se presenta como un buen retrato del nuevo tipo de héroe (ya no el problemático de la modernidad sino el modular de la posmodernidad).


Entre otros aspectos, La insoportable levedad del ser se caracteriza por evidenciar aquello que Fredric Jameson llama el ocaso de los afectos. Los personajes novelísticos de Kundera son individuos desarraigados, cuyo compromiso afectivo es sólo consigo mismos (y en ocasiones ni siquiera esto).


Así como el sujeto posmoderno no posee ningún compromiso afectivo, tampoco lo posee respecto de su realidad y de su futuro. El individuo contemporáneo es un ser erótico, un ser que vive el instante, el momento, sin importar qué pueda pasar mañana. Este desapego del futuro (y también del pasado) es consecuencia de la consciencia posmoderna del mundo: tal vez para nosotros ya no exista el mañana, pues la modernidad ha explotado tanto al mundo que éste está a punto de venírsenos encima, de colapsar: el hombre ha cortado tanto la trama de la vida que ésta parace incapaz de regenerarse. Por esta razón es que el individuo contemporáneo vive su presente intensa e irreflexivamente.


En este sentido, podemos notar una radical transformación que va del hombre moderno al hombre posmoderno. El ser moderno que poseía una misión en la vida, un compromiso con su existencia, y múltiples opciones de futuro de entre las que podía conquistar una para alcanzar el sentido de su vida, ha devenido en un hombre despreocupado, sin compromisos vitales, políticos o sociales. Los hombres posmodernos se han liberado del peso de la responsabilidad y con ello han incurrido en la levedad del ser. El ser histórico por excelencia (el que se comprometempolíticamente con la sociedad) ha devenido ahistórico en la posmodernidad.


Sin embargo, la levedad no implica necesariamente infelicidad. Al contrario, la levedad es capaz de otorgar al ser una ilusión de felicidad, gracias al desapego y a la "libertad" que genera. El problema es cuando se lleva a cabo el contraste entre peso y levedad, el cual puede tener como resultado que el ser leve sienta una gran nostalgia del peso que ha perdido. 


En otras palabras, el hombre posmoderno es una radicalización trágica del héroe moderno lukacsiano: desea encontrar el sentido de su vida y sin embargo, no emprende ninguna búsqueda, no sabe siquiera como emprenderla y se encuentra en un mundo que ya no posee ningún sentido y ninguna oportunidad de futuro. El hombre posmoderno parece estar condenado a quedarse posmoderno.


La insoportable levedad del ser tiene la virtud de mostrarnos al ser leve, al hombre posmoderno, viviendo la vida cotidiana. A través de sus páginas observamos al sujeto en situación, en fenómeno. Considerando esto, podemos pensar que la literatura, de manera especial dentro de las artes, nos da algo que la teoría nunca nos podrá dar: el fenómeno por encima de lo abstracto.

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