13 agosto 2008

Panorama

El mundo experimenta la crisis de civilización y el cambio cultural más radical y acelerado de la historia. La gran revolución científico-tecnológica de las últimas décadas constituye el factor determinante que ha derribado los paradigmas de la modernidad, lo cual se refleja en los campos de la economía, la política, la técnica, la filosofía, las artes y la cultura en general.

Para la cultura moderna el hombre es la medida de todas las cosas; la naturaleza se encuentra a su servicio; la razón es un instrumento y un valor en el que se fundamenta la experiencia de lo real y además es la fórmula con la que el hombre construye su verdad y visión de mundo.

Una civilización se derrumba y enfrentamos el cambio de paradigmas y pautas culturales en los ámbitos de lo político (del estado al mercado), lo social (del ciudadano al consumidor), lo filosófico (de la totalidad a la fragmentación de la realidad), los valores (de la solidaridad a la competencia), los motivos (de las ideas a los deseos).

El fenómeno literario no queda fuera de esta transición y por eso ocurre el paso de la novela total a la novela sin materia, o bien el paso del héroe problemático al héroe modular.

Se perfila pues el fin de la era moderna y emerge un nuevo universo humano conocido como posmodernidad, donde se pierden los afectos; los modelos de profundidad son sustituidos por imágenes visuales y modelos computacionales; desaparece el sentido de la historia, y la totalidad pierde su razón de ser dentro de una realidad cada vez más virtual y fragmentaria.

Es la condición posmoderna de nuestro tiempo, a partir de la cual tiene lugar un nuevo tipo de ser humano, capaz de adecuarse a lo cambiante, lo incierto y la ausencia de futuro. ¿Se trata de una nueva lógica cultural? ¿Cómo refleja la literatura –concretamente la novela- esta crisis y este nuevo tipo de ser humano, un ser ligero y frívolo: el héroe modular?

En este curso, reflexionaremos en torno a estas y otras interrogantes emprendiendo una ruta crítica con enfoque filosófico para comprender a fondo la transición Moderno/Posmoderno y su impacto en la literatura y algunas expresiones cinematográficas de nuestro tiempo.

1 comentarios:

Nallely dijo...

Tendremos que hacer algo mientras llega el colapso, vayamos a la cornisa del rascacielo más alto e imponente, aquel con la tecnología más sofisticada, parémonos en ella, finjamos lanzarnos en el intento desesperado por conseguir la eternidad sublime pero no lo hagamos, observemos. Sí, hemos visto demasiado y aún no es suficiente, nada nos es desconocido, hemos tocado fondo y mientras esperamos por el fin nos rascamos las entrañas con nuestras garras afiladas.

Todavía hay vestigios de la reciente pesadez abayasadora, es éste el punto de unión conectiva con el pasado, la colección de actos consumados plasmados en recuerdos y el inevitable-crónico deseo anhelante por llenar futuros álbumes con estampa de memoria. Y aunque queremos perdernos con todas las intransitables cavidades y el encavleado cerebral de nuestra prisión corpórea, la inquietud de ver qué hay más allá de las entrañas de la realidad atroz y devoradora, así como de la imperturbabilidad de nuestros seres nos anclan.

Nos quedaremos aquí, gracias a la ansia y a la cruel condena que nos brinda la sed de conocimiento que nos estigmatiza cual pecado original, gracias a la aburrición, al desencanto, a la desesperanza generada por el nihilismo que nos controla.

Nos quedaremos instalados en las butacas de este cine 3D con megapantalla y de permanencia voluntaria forzosa, tendremos que sujetarnos con fuerza sansónica y no pararnos por botanas que quinta categoría que irriten nuestros estómagos. La película que vemos es híbrida y se llama Espectáculo grotesco de la existencia humana (u odio sin esperanzas). En los medios tiempos y en los momentos de distracción o aburrición tendremos que entretenernos, imaginando algo más lejano y antiguo, un teatro y jugaremos para no levitar a causa de nuestra ligereza. Sí, escenificaremos dramáticamente la tragedia más triste que se nos pueda o que nos pueda ocurrir, nos aferraremos a la más mínima lágrima que corra por nuestras mejillas. El vacío aún puede disfrazarse de dolor agonizante.

La megapantalla continua encendida, la cinta parece interminable pero el que estemos aquí encerrados en la sala no quiere decir que tengamos que ver o prestarle atención al filme, basta con ignorarla o evadirla o maldecirla. Pronto el proyector se atrofiará y el cine se incendiara, habrá muchos gritos (probablemente de pura felicidad), los bomberos no podrán hacer nada…ja.jja.ja y de aquí a que llega ese momento o mientras decidamos escaparnos por la salida de emergencia, por favor, disfracemos de dolor agonizante nuestro vacío vital.

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