13 marzo 2010

Modernidad y Vanguardia (3)

El humano deshumanizado


Despúes de habernos acercado teórica y fisolóficamente a las características tanto históricas como definitorias de la vanguardia, es momento de ejemplificar nuestras refelxiones con una obra literaria en concreto: El proceso, de Franz Kafka, donde veremos un ejemplo modelo del hombre dehumanizado a causa de la especialización de la sociedad burguesa.


Cuando nos enfrentamos con el héroe de El proceso, José K., no estamos siguiendo las aventuras de un personaje multidimensional, polifacético, o problemático, sino más bien estamos observando a una entidad abstracta que semeja al sujeto, pero que en realidad es la degradación de la condición humana: la historia sólo nos muestra aquel lado del hombe burgués que pertenece a la burocracia, aquel lado que sirve como simple engranaje del aparato burocrático, esto es, como un elemento prescindible y reemplazable.

Decimos lado porque la faceta burocrática se supondría sólo como un aspecto del hombre, pero, en realidad, en la novela este polo constituye la totalidad del sujeto, es decir, el individuo está plenamente especializado.


En el caso de José K., la integración del individuo al sistema alienante se da mediante la institución bancaria y el proceso judicial. K. no lleva a cabo un desarrollo espiritual como lo hacen muchos otros héroes de la modernidad, sino que se queda en la mera sistematización enajenante de los ámbitos burocráticos. A tal grado llega su especialización que, fuera de estos ámbitos, el héroe se siente perdido e inseguro.

La novela es muestra irrefutable de la degradación, del fracaso, de la idea renacentista e ilustrada del hombre: es la pérdida de la humanidad (de la totalidad), es el empobrecimiento del ser humano, es el triunfo de la esfera material sobre la esfera espiritual. Es una paradoja: la burguesía, y su sistema económico, el capitalismo, destruyen la idea de hombre que ellos mismos crearon. En lugar del desarrollo total de las potencialidades humanas se pondera el desarrollo total de una de sus potencialidades para que se vuelva un engranaje más funcional en el aparato productivo, tanto social como económico.


Sin embargo, el problema no se detiene aquí. La sociedad, que ya está degradada en sí misma por su subordinación ante la esfera del mercado, lleva a cabo una apología de la especialización convenciéndonos de que ésta, facilitadora del rendimiento y altamente productiva, constituye el desarrollo pleno del hombre: éste se siente "realizado" en la degradación.


José K. se yergue como un grito desesperado cuya resonancia está hoy muerta. Es posible que hoy, en nuestra contemporaneidad posmoderna, el paradigma de "lo humano" haya cambiado con respecto del modelo moderno y que ahora lo humanamente natural sea la especialización.


Al final de esta reflexión cabe hacernos un cuestionamiento: ¿Qué tanto de José K. hay en cada uno de nosotros? ¿Somos hombres alienados que luchan absurdamente por ser auténticos?

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