08 septiembre 2009

La novela como género racional moderno (1)

Civilizaciones cerradas y abiertas

La novela es el género racional moderno por excelencia. Es por eso que los conceptos de modernidad y razón deben quedar perfectamente matizados, pues hemos de encontrarlos a la hora de analizar la literatura. Hemos establecido ya que el gran cambio en la humanidad generado por la modernidad consiste en que el hombre ahora se fundamenta en el hombre mismo, en sus potencialidades. La razón, que será su herramienta principal, implica las nociones teóricas de orden, control, sistema, método y organización, principalmente. Las cuales se manifestarán de manera práctica en un objetivo perfectamente delimitado: el dominio y la transformación conscientes de la naturaleza; o, en palabras de Adorno: “pensamiento en continuo progreso”. Tal es el mundo moderno.

Ahora bien, como este curso está dedicado a la literatura y particularmente a la novela, es momento de dar un gigantesco salto en el tiempo y remontarnos, de la mano de Georg Lukács, a la Grecia arcaica, la de Homero. Este salto es necesario porque, así como la novela es traducción del papel del hombre moderno en el mundo, también se gestó un género literario que fue expresión de la visión del mundo de los antiguos griegos. Se trata de la epopeya. Más allá de diferencias meramente formales entre epopeya y novela, éstas son de contenido, pues se trata de expresiones de dos distintas visiones del mundo, de dos distintos tipos de hombre, de dos distintas relaciones con la naturaleza. En función de esto Lukács acuña un concepto fundamental para nuestros intereses: el de civilización cerrada. Y al mismo tiempo que este concepto se forma surge también su contraparte: la civilización abierta.
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El sentido del breve ensayo titulado precisamente “Civilizaciones cerradas” es el de contrastar éstas con las abiertas. Para entender tal oposición, no se puede perder de vista el común denominador entre estos dos tipos de civilización: la relación entre el hombre y la naturaleza. La variación estará en función del elemento que domina. Por un lado, en la civilización cerrada, el hombre se subordina a la naturaleza; a diferencia del individuo de la sociedad abierta que se vuelve sujeto, se distingue claramente del objeto y además se cuestiona sobre éste último. La relación aquí ya no es de subordinación, sino de emancipación, en la medida en que el hombre se ubica por encima de la naturaleza.

En la sociedad cerrada hay una unidad hombre-naturaleza inquebrantable, no hay sujeto ni objeto, sólo hay plenitud, armonía, y, por lo tanto, no hay quien se plantee preguntas, pues sólo existen respuestas: es el mundo del mito. Vale la pena reflexionar sobre el hecho de que el filósofo húngaro use el adjetivo “cerradas”, porque ¿en qué sentido son cerradas estas civilizaciones? Pues bien, en el sentido de la perfección de esa unidad naturaleza-hombre, en tanto entidad equilibrada y homogénea que no genera rupturas entre el yo y el otro; tampoco preguntas, sólo respuestas. Dice el mismo Lukács que ante tal unidad “el espíritu se limita a acoger pasivamente en su visión un sentido ya acabado”. Este es también el mundo de la epopeya y del héroe épico, el cual es un héroe que representa a la colectividad.

En la sociedad abierta se se rompe el círculo de la perfección que opera en la sociedades sagradas, ahora se considera que el yo y el otro con entidades separadas, cuya unión se logra sólo en la medida en que el hombre otorga sentido a las cosas: es el mundo de la filosofía. Este es también el mundo de la novela y del héroe problemático, el cual es un héroe individual que busca el sentido de su propia vida.

Esta es la radical transformación que ha sufrido la humanidad en los últimos dos milenios, el paso del mito a la filosofía, de la epopeya a la novela, de lo colectivo a lo individual, del héroe épico al héroe problemático.

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